Idealmente las algas marinas suelen ser para nosotros un elemento del cual enorgullecernos, gracias a las innumerables bondades y cualidades productivas que de ellos podemos obtener. Pero no para todos los ámbitos de actividad económica o industrial del ser humano suelen ser organismos tan agradables y favorables como lo son para nosotros…
Sin ir más lejos, las algas marinas gigantes conocidas como sargazos son todo un problema para la industria pesquera y para el turismo en la región donde más abundan, las islas y costas continentales del mar Caribe, y buena parte del océano Atlántico centro-ecuatorial.
Hoy queremos contarte un poco más acerca del tremendo impacto que la abundancia de estas algas marinas pardas puede tener en la economía de las actividades turísticas en esta zona del mundo, para que puedas ver la dimensión que tales organismos pueden alcanzar en nuestras vidas, más allá de sus beneficios que solemos destacar continuamente.
Los sargazos y el turismo en el Caribe: una relación complicada
Las algas marinas pardas gigantes llamadas sargazos son prácticamente una marca registrada de las aguas del mar Caribe y sus zonas aledañas, siendo uno de los elementos distintivos de la región. Cualquier navegante desde la época de Colón en adelante sabe bien esto, dando incluso el nombre de “Mar de los Sargazos” a la región noreste del mar Caribe, donde este se funde con el océano Atlántico.
Los sargazos son una de las macroalgas más grandes del mundo, con una capacidad de reproducción muy por encima de la media de las de otras especies de algas, y que además se ven fácilmente favorecidas por los efectos del calentamiento global. Al aumentar las temperaturas de las aguas y la incidencia de los rayos solares la fertilidad de los sargazos se dispara, con lo cual se da lugar a una sobrepoblación de estas algas marinas muy por encima de lo normal (que ya de por sí es de un volumen impresionante).
Por lo tanto, en su proceso de sobrepoblación, los sargazos ven aceleradas las etapas naturales de sus ciclos de vida, con lo cual los sargazos “sueltos” que flotan a la deriva de las corrientes llegan a morir a las costas, provocando numerosos contratiempos para el turismo, la pesca y el normal desarrollo de vida de otras especies de flora y fauna.
La amenaza del sargazo y sus problemas más inmediatos
Si analizamos al menos un poco los problemas que mencionamos anteriormente podremos ver que hay un inconveniente: la acción desmedida de la humanidad genera el aumento de las temperaturas globales, tanto atmosféricas como de las aguas; a su vez el derretimiento de los casquetes polares afecta y modifica las corrientes marítimas; y por si fuera poco, el uso indiscriminado de productos químicos y agrotóxicos en diversas industrias altera los valores normales de nutrientes en las aguas, lo cual desencadena un inmenso desequilibrio ambiental y permite que los sargazos se reproduzcan muy fértilmente y sobrepueblen los mares.
La superabundancia de sargazos que se acumulan en las playas del Caribe en estado de descomposición no solo trae consigo olores desagradables y afeamiento de los paisajes típicos de postales (lo cual espanta al turismo de inmediato), sino que también representa un potencial impacto en la salud pública, dado que los sargazos en descomposición liberan altas cantidades de metales pesados tóxicos como el arsénico, así como gas de sulfuro de hidrógeno, que también es tóxico para la respiración humana.
Vistas estas problemáticas, solo podemos procurar tomar las acciones individuales que estén a nuestro alcance para reducir nuestro impacto ambiental en el gran ecosistema global, y procurar que los gobiernos y las grandes industrias prioricen las actividades de producción autosustentable que no generan impactos negativos en nuestro planeta. Así y solo así lograremos que las algas marinas sargazos retomen su natural lugar de equilibrio.
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Sin lugar a dudas que las algas marinas conocidas como sargazos tienen un inmenso poder al influir de tal forma en los intereses económicos de un sector tan importante como lo es el del turismo, más aún en una zona geográfica como la del Caribe. La clave estará entonces en lograr un equilibrio entre lo que la naturaleza necesita y lo que nosotros como humanidad le exigimos a ella.